sábado, 4 de junio de 2016

Un futuro para los parados de larga duración: +45 años

Tradicionalmente la vida laboral de los trabajadores comprendía desde la finalización de los estudios, diferente según las posibilidades y oportunidades personales, hasta los 65 años. Hoy en día, la amenaza de prolongar la vida laboral hasta los 67 es muy real para aquellas personas con menos años de cotización a la Seguridad Social.
Esta vida laboral era más o menos lo normal y general para la mayoría de los trabajadores y trabajadoras  hasta que la crisis económica creó el fenómeno del paro de larga duración (individuos desempleados durante más de 12 meses), y digo creó porque desde el comienzo de la crisis este tipo de desempleo se ha multiplicado por 7 en nuestro país, alcanzando la cifra de 2.736.000 millones y el 53% del total de desempleados. 
El fenómeno del desempleo de larga duración es considerablemente preocupante. Existe amplia evidencia de que el desempleo de larga duración afecta negativamente no sólo a la renta disponible, sino también a otros aspectos como la salud y por tanto representa un deterioro sustancial en el bienestar individual. Tiene además un impacto muy negativo sobre la carrera profesional de los individuos al provocar una pérdida importante del capital humano adquirido en las etapas formativas y laborales previas. Además, la salida hacia un empleo desde el desempleo se dificulta extraordinariamente a medida que se prolonga el tiempo que los individuos están desempleados. Por estas razones, la reducción de la incidencia del desempleo de larga duración es o debe ser una prioridad clara para los responsables de la política económica.
El paro de larga duración se sufre de manera especial en nuestro país -13%, frente a la media europea del 5,1%, siendo un 1,4% más alto para las mujeres que para los hombres, una diferencia escasa y muestra de que las políticas para abordar este colectivo deben ser comunes y no sólo de género. Sin embargo, el nivel porcentual de alcance educativo en los hombres es inferior al de las mujeres, dato que sobresale especialmente en el grupo de edad de 15 a 25 años, y que indica que en un futuro los hombres van a necesitar más programas de cualificación que las mujeres.
El 75% de los parados de larga duración tienen tan sólo estudios secundarios terminados y el 54% ni siquiera los han terminado, por lo que es un tipo de desempleo muy ligado al nivel de formación. En España hay 10 millones de adultos en edad de trabajar con baja cualificación que requieren ayuda para ajustarse a los cambios que se están produciendo en la estructura del empleo y en las competencias requeridas por los trabajos. A pesar de ello, la política de Rajoy no ha dedicado ni suficiente inversión ni suficiente atención a la formación de los trabajadores dentro de las políticas de empleo.
Ante este problema estructural, las soluciones pasan necesariamente por la formación de estos trabajadores, bien volviendo al sistema educativo – los más jóvenes, o diseñando para el resto una formación especializada que les permita volver a ser empleables. 
El INE muestra que las tasas de este tipo de desempleo por grupos de edad son significativamente más altas y dramáticas en las personas mayores de 45 años. Como ejemplo, en Palencia hay 6.270 mayores de 45 años en paro, el 44,19% del total y el 58,60% sufre un paro de larga duración. (SISPE, 2015)
Resulta evidente la necesidad de medidas urgentes para parados de larga duración, mayores de 45 años, mujeres y jóvenes con baja cualificación y medidas que eviten la cronificación del paro. Entre otras prioridades se deben establecer ayudas a las empresas privadas para la contratación de estos trabajadores de colectivos vulnerables, crear empleo público para que estos colectivos tengan la oportunidad de reengancharse al mercado laboral y proporcionar un plan de formación a los jóvenes desempleados que han abandonado el sistema educativo sin la titulación de ESO. 
Pero no es suficiente, porque la prioridad debe ser modernizar nuestra economía para que proporcione mayor crecimiento y sea más resistente a los efectos de crisis económicas que, como se ha visto, destruyen masivamente empleos, sobre todo en los sectores más desvinculados de la investigación, el desarrollo y la innovación. 
Sólo así, con formación, con un plan de choque y crecimiento económico seremos capaces de reducir el paro y afrontar un nuevo futuro económico. 

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